Cada día Estados de todo el mundo arrestan a activistas climáticos que por sus métodos de participación y desobediencia civil infringen las normas establecidas.

 

Cada vez que esto ocurre se ponen sobre la mesa debates de falsos opuestos: ¿arte o planeta? ¿Ética o derecho? Estos conflictos denotan que la participación ciudadana en materia climática es una tarea pendiente de la Administración y de la democracia, una amenaza contra el status quo imperante y, en determinados contextos, una actividad de vida o muerte. ¿Por qué genera miedo la participación? ¿Qué consigue realmente la participación? ¿Qué más podemos hacer? ¿Qué valoración hacemos del activismo civil, de las manifestaciones restringidas y de la representatividad social de la COP27? ¿Y de la capacidad de las democracias para hacer frente a la emergencia climática?